Defensa del impostor

Por Domingo, diciembre 14, 2014 0 Permalink 0

No veo qué gran mal hay en ser un impostor. ¿No lo somos todos en algún momento, de cierta manera? Por eso me sorprende el buenismo, que en realidad es oportunismo, de la última novela de Javier Cercas “El impostor” sobre la vida de Enric Marco, el falso deportado en el campo de concentración nazi de Manthausen.

Entiendo que el personaje sea de novela, que el tema facilita la traducción al alemán y entiendo también la tentación de que siendo el autor hermano de una compañera de Marco aprovechase esta relación para acercarse al personaje real y luego publicar la historia irreal.

Pero, al margen de muy variadas consideraciones, lo que me ha interesado de Marco es que siga defendiendo su personaje inventado y que acuse a Cercas de no haber profundizado en la mentira. Esta es, en realidad, la cuestión principal. Porque el campo de concentración no fue una mentira.

Uno puede no ser testigo directo de cierto episodio, pero vivirlo y denunciarlo como si hubiera estado allí. Si he leído algunos libros sobre el apartheid, yo puedo sentirme defensor de la igualdad de los derechos del hombre aún sin haber puesto el pie en Sudáfrica. Si he percibido que la contaminación medioambiental está dañando el planeta y nuestro equilibrio vital, yo puedo sentirme activista de Greenpeace aún sin ser socio de esta ONG. Si he visto malas artes en un despido, en una cocina, en una discoteca… yo puedo sentirme sindicalista o cocinero y portero de noche sin madrugadas.

Porque creo que todos somos impostores y porque todos tenemos derecho a tener otras vidas y a ser otros personajes. Porque tenemos derecho a inventarnos a nosotros mismos. Porque tenemos incluso la obligación moral de utilizar la denuncia de aquello que consideramos inmoral aunque no nos haya sucedido a nosotros personalmente.

Ser otro es absolutamente necesario. Lo diría incluso en plural: Ser Otros. Yo he sido Otros muchas veces: he sido antropólogo en mi DNI sin serlo para pasar más desapercibido en guerras que si hubiera dicho que era periodista. He sido juez en una reyerta sin serlo para defender la paz de una comunidad. He sido diplomático en la India sin serlo para no tener que pagar una mordida y poder subir a un avión… ¿Por qué Marco no puede ser un deportado de un campo de concentración sin haberlo sido?

Ser otro puede ser una farsa, pero puede ser también una necesidad. Y necesitamos más impostores que nos recuerden aquello que muchos más pretenden que olvidemos para siempre. Y, al menos en este caso del campo de exterminio de Manthausen, no hay impostura posible cuando se trata de recordar una memoria colectiva absolutamente necesaria.

 

 

 

No hay comentarios.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *