El Loco de los Balcones

Por Martes, septiembre 23, 2014 0 Permalink 0

He tenido oportunidad de asistir al estreno en Madrid de la obra de teatro El Loco de los Balcones, de Vargas Llosa. Pasaba por allí, faltaban diez minutos para que empezara, había cola larga de invitados de postín y lo que me sorprendió es que hubiera entradas a la venta… y bastantes.

Preferí arriba de todo, la más barata. Quizá medio teatro estaba vacío. No lo entendía. El autor estaba allí, y la alcaldesa de Madrid, y gente famosa de la intelectualidad y la farándula. ¿Había fallado el departamento de relaciones públicas no llenando el teatro? ¿O quizá don Mario estaba ya muy visto en la capital?

La cuestión es que me gustó la obra, pero no la representación. Hubieran sobrado los actores y el escenario, y hubiera disfrutado quizá más leyendo la pieza en casa. Lo que me cautivó no fue tanto el hecho de que fueran desapareciendo los balcones de la Lima colonial poco a poco vendiéndose a la especulación urbanística en Perú –o en cualquier sitio capitalista-, sino ese personaje central del Profesor Aldo Brunelli –un extranjero tenía que ser- que daba lecciones a los naturales del lugar defendiendo esos carcomidos balcones de madera porque eran la historia, la memoria de su ciudad, porque sencillamente ayudaban a soñar.

El balconicidio no le importaba a nadie, claro. Por eso me sentí identificado con la imagen del protagonista utópico a quien nadie le entiende, tampoco su propia hija.

Mi última novela Dali corpore bis sepulto es también un texto reivindicativo destinado a la insignificancia. Como mi otra novela Darío, un escultor a quien por amor su propia familia encierra también en el frenopático. Este Profesor Brunelli de Vargas Llosa es como mis personajes, o los míos como él. No se interfieren. No se conocen. Sólo tienen en común que mueren olvidados, quijotes de causas perdidas. Cuando estén muertos, se les echará en falta. O no.

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