Perversa fascinación

Por Lunes, septiembre 15, 2014 0 Permalink 0

Conscientemente no he cedido al chantaje de conectarme a internet y ver cómo alguien –da igual quién- decapitaba en directo a otro alguien –también da igual quién- con el pretexto de reclamar justicia.

Reconozco que alguna que otra vez he cedido a otras tentaciones y que la atracción de la imagen me ha seducido consciente e inconscientemente.

Pero esta vez he tenido la suerte de darme cuenta, antes, de que debía preservar mi sensibilidad frente a la fascinación de la curiosidad. Esta vez ha sido el terror yihaidista, pero podía haber sido cualquier otro terror. La macabra imagen de cortar el cuello a alguien y verlo de verdad, no en el cine, me parecía una contaminación al espíritu que sobrepasaba ya toda posibilidad de seguir sabiéndome persona y no sólo animal.

Lo que oía de la imagen superaba mi asco. No se trataba, en realidad, de ver cómo se mata a un hombre, sino de sentirme fuerte frente a lo inmensamente fácil que podía ser conectarme a internet y ver la retransmisión en hora punta y gratis de un homicidio real alambicado de fascinaciones. Era, sí, dejar entrar la Maldad en casa, permitir que se colara por los ojos y me contaminara hasta las entrañas. Llegar al final viendo aquello, enrojecidos los ojos, fascinado el iris, hubiera sido aceptar que yo sólo era en realidad un hombre simple.

Celebro no recordar, no querer recordar ahora, el nombre del verdugo ni de la víctima. Celebro que aún tengan mis ojos barricadas frente a la seducción del terror. Y lo que de verdad lamento es contar más de 5 millones de visitas en internet a este video en YouTube; saber que la cifra sigue en aumento y que el odio puede llegar a ser más perverso que la injusticia.

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